La decisión del expresidente Frei de entregar un soterrado apoyo a José Antonio Kast generó un terremoto político al interior de la Democracia Cristiana (DC). Pero más allá de si constituye o no un hecho electoral relevante, en el sentido de si logra revertir un volumen sustantivo de preferencias electorales, es indesmentible que políticamente sí lo es.

La DC decidió enviar los antecedentes a su Tribunal Supremo con el fin de aplicarle las máximas sanciones, para lo cual invocó no solo los deberes de los militantes respecto de las decisiones colectivas del partido, sino también una contravención a los valores históricos de la Democracia Cristiana. 

Sin embargo, vale la pena recordar que la Falange, inspirada en la Doctrina Social de la Iglesia, nace en el siglo XX como una alternativa frente al comunismo y al capitalismo liberal extremo. Al primero se opuso por tener una visión materialista de la historia y una concepción del hombre irreconciliable con la espiritual-cristiana; en el plano de las posiciones políticas, el comunismo siempre apostó por la lucha de clases, por imponer la dictadura del proletariado y controlar las artes, las culturas y la prensa. A su vez, era contrario al segundo, por negar la existencia de la justicia social, por despreciar los problemas derivados de la desigualdad social y por no ocuparse de la dura realidad de los trabajadores. 

Por ello, si se trata de traiciones a los principios y a las tradiciones partidarias, el apoyo decidido y explícito a una candidata de matriz marxista representa un paso que no se había advertido antes en la DC. Aunque es verdad que el partido ha estado situado políticamente en distintos espectros durante su historia (algunos más a la izquierda y en otros más a la derecha, una cuestión propia de los partidos de la tercera vía), nunca se había llegado a este punto porque el proyecto democratacristiano es incompatible con el comunismo: no existen puntos en común ni vasos comunicantes.

Con todo, el apoyo a Jeannette Jara no es la causa, sino la consecuencia de un proceso sistemático de  distanciamiento con sus principios y valores fundacionales. A pesar de concebir la vida como una “identidad continua desde la fecundación hasta la muerte natural” (Declaración de Principios, 2007), en el Congreso muchos de sus parlamentarios han apoyado el aborto y la eutanasia. A pesar de adherir al principio de subsidiariedad y a la economía social de mercado, apoyaron contundentemente la propuesta constitucional de la Convención que erosionaba dichos principios y los reemplazaba por una hegemonía estatal. Ese distanciamiento explica que instituciones internacionales demócrata cristianas hayan restado su apoyo, que databa de décadas de trabajo conjunto, a la falange. 

A pesar de las diferencias en el plano de las posiciones políticas que sostienen el Partido Republicano y la DC, persiste un sustrato común: la concepción del hombre, la servicialidad y subsidiariedad del Estado, la familia como núcleo fundamental de la sociedad, la defensa y promoción de la vida en todos los espacios y la adhesión a los principios de la Doctrina Social de la Iglesia. En ese sentido, más allá del cruce de fronteras políticas que significa, el apoyo de Frei no debería representar mayor sorpresa.

Kevin Canales es director regional de IdeaPaís Biobío. Columna publicada en El Sur, el 30 de noviembre.